Wednesday, December 06, 2006
Rose Rouge, by St Germain
Hace unos días recuperé dos maletas que había dejado atrás. En ellas había restos del pasado: huellas, como las de los dedos sobre el cristal al abrir una ventana en un día de frío. En una, una guía de París, comprada en Cambridge, Inglaterra, el día 21 de diciembre del 2002, firmada en la primera página por dos nombres propios. En la otra, el doce pulgadas de Rose Rouge.
En París nos cayó la nieve. En la recámara del hotel comimos latería y baguettes y camembert; tomamos vino rojo barato. Todo era color crema en ese hotel. Las escaleras, angostas. Por las noches hablábamos viendo al techo. Comparábamos al Sena con el Támesis. Caminamos sobre puentes. Hacía mucho frío. Con guantes, caminábamos de la mano, con cuidado de no resbalarnos por el hielo.
Un día caminamos de Saint Germain- des-prés hasta el marais. En una pequeña tienda de discos gay dedicada a la devoción a Madonna encontré este doce pulgadas. Fue una reconciliación con una pieza que llegué a aborrecer por su eterna repetición. Tú me habías dicho que te recordaba a tu exnovio porque el tipo la ponía siempre en el lugar donde trabajaba porque era de su mamá y donde tú habías pasado horas sin hacer nada. Cómo lo llegué a odiar. Comprar el disco en vinil fue apropiarme, de nuevo, de una buena pieza musical destruida por los celos retrospectivos y anticipatorios. En ese entonces ni idea tenía. Quizá sí.
Yo no sé si tú te acuerdes. A tí te regalé cientos de docenas de rosas rojas. Mi recuerdo de París en ese fin de año tiene ese sabor. El de las rosas rojas.
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