A collective blog which is also a bar, or several bars,
where good pop songs inspire inebriated and often bilingual conversations
"Great rock writing has moved to where the music is moving. Somewhere out there" -Paul Morley
There is something about being in love which is so much like being lost at sea. The missed correspondence, the deprivation, the long nights unable to sleep, the sense of being adrift, at the mercy of stronger forces. The sense of a point of departure, an unknown destination and the endlessness of it all. The loneliness of the individual left at his/her own devices; the relationship with nature, the weather, the storm, the salty taste, the hunger, the boredom, the excitement. The sense of needing someone else, the communion with fellow sailors, the storytelling under the stars, the belief in stars and the writing of destiny. The sense of being or wanting to be with someone. Being Lost. Holding hands.
And while the seagulls are crying We fall but our souls are flying
There is something about falling out of love which is so much like surviving a wreckage. Sometimes you feel like grabbing the other's wrist, the right ankle, forecefully, strongly, leaving red marks around the joints. The sense of being dragged into the bottomless, dark pit. The twirling whirlwind, the inward movement towards the abyss. So aye, darling, let's go, but we both go down together.
--- The Decemberists, in San Francisco, of all places:
When I was younger, in 1999, everyone was listening to Moby's Play. But before that, a couple of years earlier he released an album named I Like To Score, where he put together songs he composed for movies. In this album, this track was included. This track was featured in Heat (Michael Mann, 1995). I have a friend who considers this flick the best film ever made. It is good, indeed. It shows that Mann is a crafty filmmaker, but most of all it is also the proof that Mann is a great soundtracker, that is, he can ensamble amazing soundtracks. "God Moving Over The Face Of The Water" appears in the final sequence, and throughout the final credits, after 3 hours of fine violence, clever dialogues, brilliant performances and a perfectly edited final sequence. You see the fates of the characters coming. But you never see the brutal way Moby musicalizes Al Pacino looking at Robert DeNiro, planes flying at the break of dawn. Sorry for saying this so abruptly, but this is, basically, my favorite end credits sequence.
There comes a moment in Everyman's life in which one needs simple things. A cup of tea, a good book, a lazy chair, an unexpected kiss on the cheek in the morning. Not all catchy pop songs have to be obvious and plain stupid. Good, transcendent pop songs can be simple, straight-forward and down-to-earth, referring to everyday experiences and common feelings. Start Again is one of my favorite tunes by the Glasgow band, pretty much summing up the melody-and-harmony, hook-and-vocal-driven signature aesthetics of the Fannies.
It's grim up north, indeed, but there is still an unwaning light deep within the human heart: when everything seems dark, there's always room for hope.
Recientemente alguien dijo que lo que yo escuchaba era "música para treintañero soltero", y me pareció una muy buena descripción de mi gusto musical. Queda claro que no hablamos de AOR ni de Luis Miguel ni de Silvio Rodríguez o de los discos más chafas de Sting como solista, o de la colección "Real World" de Peter Gabriel o de Putumayo cuando nos ponemos exquisitos, que es con lo que yo relacionaría la treintañerez mexicana contemporánea. Es más bien que a algunos treintañeros solteros, a los que no nos hace felices lo arriba mencionado, ya nos alcanzó el presente, y llega un momento en la vida de cada hombre en que se tiene que asumir la profundidad de las patas de gallo cuando se llora o se ríe y las repentinas canas que se asoman burlonas frente al espejo.
Así que parte de estar en los treintas es, por supuesto, preocuparse por estar al tanto de la nueva música que está saliendo todo el tiempo, alguna terriblemente mala y otra dolorosamente bella, pero también implica una recuperación de historias suprimidas. A Jacques Brel yo lo conocí en el café del Parnaso de Coyoacán, un domingo, leyendo Astérix en Bélgica, cuando hay una referencia a Le Plat Pays y luego sale un mensajero belga que es el mismísimo Jacques Brel. Supe esto porque no entendí de qué hablaba el jefe galo cuando hablaba de que las únicas montañas ahí eran los pueblos, cosa que mi padre tuvo a bien pacientemente explicar. Llegando a la casa puso el vinil de Jacques Brel, cosa que yo, en mi ignorancia infantil, encontré demasiado antigua y, por lo tanto, aburrida.
Pero después uno crece y está en la época de la mutación radical adolescente y se quiere alejar lo más posible de la música de los treintañeros solteros que gustan de Luis Miguel para ligarse chicas en los automóviles que les compró papi, y entonces aparecen David Bowie, Ute Lemper, Black Box Recorder, Marc Almond, Scott Walker, mucho más recientemente Dresden Dolls, todos de una manera u otra haciendo homenaje a la voz y a la capacidad lírica y escénica de Jacques Brel. Una música no apta para quienes le tienen miedo al "azote", para quienes su idea de lo que debe ser la música popular es música para el olvido y el desmadre. A veces, vale la pena tomarse la vida en serio.
Así pues, llega un momento en la vida de cada hombre en que las millas náuticas ya se nos notan, en las arrugas o en las canas, en las calvas o en las panzas, en los tatuajes o en las cicatrices, en los dolores y en las heridas. Y entonces se puede recuperar a alguien como Jacques Brel, cuya pasión fue impermeable a la mierda superficial del mundo y que sin embargo logró, con un coraje y una sensibilidad incomparables, lograr un reconocimiento amplio, pero que, en esta humilde opinión, debería ser incluso más abierta y esparcida. Porque en la chanson de Jacques Brel está también la semilla de las estéticas del pop británico, su melancolía desoladora, su romanticisimo enloquecido. Gente como Nick Cave o Neil Hannon o Scott Walker, por citar sólo tres, serían sus herederos y traductores más preclaros.
Así andamos a la deriva por la vida. Llega un momento en que hay que detenerse en un puerto y reconocer el pasado para poder pensar en el futuro. Y cómo no, a veces, identificarse con aquello de "Et qui boivent et reboivent/Et qui reboivent encore". La melancolía del marinero, pues, que "Se plantent le nez au ciel/Se mouchent dans les étoiles" y que llora por aquellas que lo han abandonado.