Tuesday, January 09, 2007

Cymbal Rush, by Thom Yorke


Hay ciudades en las que es posible perderse sin sentirse amenazado. Nadie se pierde del mismo modo dos veces, ni siquiera por las mismas calles, e incluso la misma persona se perderá siempre de maneras diferentes. Hay ciudades conocidas en las cuales perderse causa angustia y desesperación, ciudades-hogar que sin embargo aterran. Hay ciudades extrañas, ajenas por mejor que se les piense conocer, en las que, sin embargo, caminar sin rumbo fijo es un placer. En ambos casos hay un rush, un escalofrío y un suspiro, la corriente eléctrica como corriente marina que nos ahoga por momentos, para romperse luego como ola. Quedará la espuma.

Perderse caminando, a propósito o sin buscarlo, es siempre una experiencia de aprendizaje, sobre el caminante y sobre la ciudad misma. Se dibujan sombras y se perfilan los murmullos. Se le da forma al laberinto. El mapa nunca reflejará la ciudad experimentada desde abajo, a pie, quizás también porque el recorrido es humano y cargado de subjetividad, o sea memoria, sueños, dolores, intuiciones. Perderse a pie es un hacer sentido de los muros, una búsqueda que borra las fronteras entre lo interno y lo externo, entre quienes somos y a lo que nos enfrentamos.

El que se pierde quiere encontrar(se) algo. El paseo, la caminata es melancólica porque se sabe única e irrecuperable. Recordar el camino de regreso o intentar uno completamente nuevo, ceder y pedir auxilio, empecinarse y no hacerlo, hacer trampa y pedir un taxi o meterse al metro, seguir caminando siguiendo al olfato o desafiando al sentido común, todas estas opciones acosan al caminante que se pierde a sí mismo. Perderse es querer buscarse y enfrentarse a la posibilidad. Recorrer el laberinto es preguntarse por el "si hubiera" y luchar arduamente por encontrar una salida. Por salvarnos.

Nuestros recorridos favoritos son la escritura autobiográfica de una ciudad. Escribimos nuestra propia ciudad en esos pasos. Cargamos de significado esas paredes, ese asfalto, los árboles, pájaros y ventanas. Por eso caminamos cargados de nuestros fantamsas. Escribimos sus nombres en paredes que no están realmente ahí pero nosotros construimos. Caminar perdido es preguntarse si deberíamos volver por donde venimos, o si será mejor seguir caminando hacia adelante.




2 comments:

Ernesto Sandoval said...

no me lo vas a creer tocayo, pero hace un par de semanas escribía en mi libretita mientras caminaba que el disco perfecto para perderse durante una tarde de invierno era the eraser.
abrazo

Ernesto said...

nomameeeeeeeeeeees

(no le digas a Crispy, though). ;)