Thursday, February 09, 2006

Makin’ Whoopee, by Ben Webstern

Se había comprometido a ser feliz. Había dicho que correría cualquier riesgo para lograrlo. Pronto observó que su propósito tenía la naturaleza de un disparate, y eso parecía alentarlo. Sin embargo, esa noche, cansado y sudado, estaba dispuesto a cancelar ese propósito y buscar otro, “uno menos ambicioso.” Y se puso a pensar. Hacía muchos años que había hecho lo mismo, una pausa para pensar; y en esa ocasión creyó que si aprendía a jugar tenis o si pintaba su casa entonces la felicidad llegaría en oleadas que lo inundarían, haciéndolo más humano, más sensible a sus alrededores. También en esa ocasión se dijo que si fuera capaz de realizar una proeza, y por proeza se le ocurrió conquistar a una mujer hermosa, entonces la felicidad surgiría con el montón de colores que alguien le había dicho eran propios de la felicidad. Incluso, a mitad de su entusiasmo, recordó unos versos que había leído por casualidad: “Val la pena essere solo, per essere sempre piú solo?” pero quizá pensó me serviría más este: “If music be the food of love, play on,”.

Desde la primera pausa habían pasado casi diez años. Ahora, cansado y sudado, se enfrentaba a la misma duda, al mismo desamparo. El día había transcurrido sin mayor problema, como transcurren la mayoría de los días; la noche parecía tener problemas para avanzar, para disolverse en una madrugada fresca y nueva. A mitad de la noche, todavía con la sensación del sudor en las axilas, abrió la boca como si quisiera jalar aire, como si fuera a dar el más grande bostezo del mundo, y no supo más de sí.

Horas después, que bien pudieron haber sido años, despertó con el ánimo tranquilo. Planeó las actividades del día y deseó tener una sorpresa, “aunque fuera pequeña”. Después desayunó y se acercó al balcón: los eucaliptos estaban donde siempre habían estado, las jacarandas eran la promesa del lila y los pájaros grises y feos continuaban volando. Tomó una mandarina y la empezó a pelar y luego la comió gajo por gajo, le gustaba sentir que el color naranja se disolviera en sus entrañas, nutriéndolo. “Una sorpresa, aunque fuera pequeña” y miraba con ansia velada al teléfono, como si esperara una llamada urgente. Al lavarse los dientes sintió un placer minúsculo, un placer que tenía que ver con la frescura de la pasta y el masaje en las encías. Luego recorrió su cuarto para buscar sus cosas y sorprendió a una ardilla lanzándose de una rama a otra de los eucaliptos, se acercó a la ventana y la miró perderse. “Su cuerpo es ligero” se dijo y sintió el suyo: fresco, ágil, sin hambre. Salió de su casa y saludó a sus vecinos, tuvo el impulso de ofrecerles su mano pero lo resistió, pensó que era ridículo. Al llegar a la esquina tuvo que entrecerrar los ojos porque el sol lo deslumbró, a su alrededor había gente recién bañada, cuerpos pequeños y vigorosos, cuerpos que caminaban cubiertos con las telas más alegres que él recordara. “Soy cuerpo” se dijo y sonrió “uno en medio de otros”. Y quizá le hubiera gustado decirse este verso: “i thank you God for most this amazing day […] and for everything / which is natural which is infinite which is yes” pero nunca lo había leído.

2 comments:

Anonymous said...

Ay, tengo problemas ¿podría alguien editar el tìtulo y añadir "by Ben Webstern"? Juro creer que lo puse; de verdad.

Ernesto said...

Inche Argel...