Wednesday, February 22, 2006

Never Let It End, by Albert Mangelsdorff

Oirá un rumor. Un sonido de sillas y mesas que se abren; luego unos pasos. Pensará "son dos". Uno de ellos se sentará a su lado. El otro permanecerá parado, junto a él. Él tratará de alcanzar la jarra de agua. El que está parado lo ayudará. Le servirá agua a él y luego servirá otros dos vasos. Al recoger el vaso recién servido pensará en su nombre, en el suyo. Lo murmurará, Capurro. Creerá haberlo visto en alguna página de periódico. "Capurro, ¿no es así?", le preguntará el que está sentado. Capurro empezará una mueca de desgana pero los hombros se le quedarán tiesos. Recordará el sueño de los perros y melancólico se dirá ya me atrapan. Volterá la cabeza, la girará a la izquierda, notará una panza desfajada y unos pantalones grises. No son sombras. Querrá no haberse percatado de la cacha oscura, tal vez una cuarenta y cinco. Seguirá luchando por ignorar la sombra de la panza en el pavimento. No tendrá más remedio que enfrentar la cara ovalada del hombre que seguirá sentado; la mirará sin entender la vulgaridad, el cansancio de una búsqueda que había durado meses.



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1 comment:

jardinière said...

Criminal se trasladó hacia estos lares? Me dio esta impresión...