Thursday, February 23, 2006

The Professor and La Fille Danse, by Damien Rice (Live)



Recién has comprado el disco en la Virgin de Champs-Elysées.

Las gotas en la ventana reflejan lo mismo del cristal en que las miras:te sientas alli y no puedo sino verte, recostada, jugando con el cabello, con la ventana en frente, el tabaco siempre encendido. las imágenes en la te vé te despiertan de un sueño de los justos, que anhelas en secreto, como si puedieses escuchar el sonido de los trenes allá abajo, las piedras milenarias, el adormilamiento de la tarde, la multitud de chimeneas que esconden fríos interiores, humedades destructoras, técnicas suicidas en privado, refrigeradores recatados, retacados de mousses y cocas y limones envidiosos.

No lo intentas por costumbre: las sombras en el techo son como el eminente velatorio de ti misma, la nube que nunca se despeja, la cámara muerta, oscura, de tu vida. La lámpara asusta a un modigliani escondido, un diccionario inexistente de emociones sin palabras, un libro tirado a la basura de la tarde, un crepúsculo tardío, de junio parisino. Has subido hasta el último estadio de un edificio empobrecido, has reclamado la herencia de tus padres aun vivos, más de lo deseado, más de lo anhelado. Volteas de nuevo hacia una ventana imaginaria, y no miras lo inmediato, lo que te rodea desde siempre.

Más bien piensas en eso que nunca ha sido nada, en eso que es mucho menos que vacío, en esa ausencia de silencios, interrupciones, digresiones, pausas y hoyos abismales. Te hueles cerca de un fin más que evidente en tu certeza, en tu plenitud de presente declarado. Real es la presencia triste de las nubes de una primavera que agoniza. Y tú, despierta, que seguís soñando.


Será otra cosa: será lo mismo. Las gotas se resbalan en el vidrio, se ilumina Eiffel como una escapatoria anclada en un puerto abandonado. Cada luz anuncia a la distancia otras cosas, otras formas, nuevos modos de soñar lo mismo. Evidente y cotidiano son tus sombras, tus postales, tus vistas de ventana doméstica y dormida. Una luz hasta arriba parpadea, funcionando como faro listo para anunciar una catástrofe lejana. Cada piedra tiene historia y las nubes lo han sabido, quizá en demasía. Es decir: aquí estoy, después de todo. Y tú, allí, sentada, jugando con el cabello, con la ventana enfrente, el tabaco siempre encendido.

Hablas ahora con el humo del tabaco extinguido.

Y luego, por supuesto, la desesperación.


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1 comment:

jardinière said...

Muy bonito, Ernesto. Se construye muy bien el ambiente atrás de esa ventana. La música, por los sólitos problemas castpósticos, sólo pude recordar (a Damien Rice sí lo conozco...), pero me imagino que se suma perfectamente bien a la imagen y al texto. Salut. J.